Para que se produzca una enfermedad se deben dar tres condiciones al mismo tiempo: un agente patógeno, un huésped susceptible (cultivo) y las condiciones ambientales favorables. Esto es lo que conocemos como el Triángulo de la Enfermedad. Pero también, a este Triángulo, o mejor dicho Patosistema, podemos incorporarle a el Hombre con sus prácticas de manejo, formando así el Tetraedro de la Enfermedad.
En lo que respecta al cultivo de trigo, en las últimas campañas se ha determinado un aumento en la cantidad de inóculo de distintas enfermedades. Esto, puede deberse a numerosos factores como la utilización de variedades susceptibles en gran parte de la región, la siembra directa asociada a una escasa rotación de cultivos, la cual genera excelentes condiciones para la supervivencia y multiplicación de patógenos, y no menos importante el empleo de semillas infectadas o con alta carga fúngica. Cuanto mayor sea la superficie sembrada de un mismo material susceptible, aumenta la posibilidad del desarrollo de epífitas por la poca variabilidad de los materiales.
Al momento de pensar en las prácticas de manejo, como la selección de variedades, no solo hay que prestar atención al potencial de rendimiento que pueden tener las mismas, sino también la susceptibilidad que presentan a las diferentes enfermedades que atacan los cultivos de trigo y cebada. Así, muchos productores que comúnmente seleccionaban variedades por su alto potencial de rendimiento no solían tener en cuenta el comportamiento sanitario de la variedad, siendo un punto fundamental (huésped) del Triángulo de la Enfermedad.
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